¡LOS BRAZOS DE MI PADRE!
Por largos años he tratado de revivir en mis recuerdos los brazos de mi padre.
¡Que brazos tan fuertes tenía mi padre! Su tez blanca, traslucía sus gruesas venas verdes;
Esos brazos fuertes me sostenían cuando yo era una niña, siempre los extendía abiertos y yo corría hacia ellos con alegría. En mis gratas memorias lo veo levantarme con firmeza, sostener mi mano para enseñarme a cruzar una calle, lavar mi cabello negro con champú de azabache que el consideraba especial para mi, leer cada día muchos libros, la Biblia y periódicos del día y sentarme a su lado para hablarme con sabiduría lo que una niña debe oír de su padre.
¡Qué ternura, qué amor y qué seguridad yo encontraba en los brazos fuertes de mi padre!
Pero, un buen día … con los brazos que me acogía, hoy levantados me despedía…
¡Oh! que dolor, qué desconsuelo, sus fuertes brazos se alejaban de mi presencia al iniciar los duros años de mi adolescencia; Sabía que mi padre me amaba pero no podía entender porque de mí se alejaba. Por esta razón, en medio de tanta confusión, he tratado año tras año, de revivir en mis recuerdos ¡LOS BRAZOS DE MI PADRE!
Lamentaba que hubiera un Día del Padre; pues tanto lo amaba y su amor yo cuestionaba. Aunque mamá siempre trató de cubrir su lugar, en mi experiencia me es necesario decir, que el vacío que deja un Padre, jamás lo puede llenar una Madre.
Gracias a Dios por mi Madre! en su fragilidad la vi aferrarse al autor de la vida, a Dios Todopoderoso, ella me enseño a conocer a Jesús, como un Padre amoroso. Así conocí otros Brazos más fuertes y fieles. ¡Cómo le agradezco a Dios por extenderme sus Brazos, en el preciso instante en que los de mi Padre me fallaron!. Desde aquel momento bello, su amor no me faltó, aunque las crisis propias del crecimiento me azotaron con ironía, mi Dios y Padre Eterno tan fiel me sostenía.
Solo así pude entender que cuanto más oscura sea la noche del dolor es precisamente allí donde más brillan los destellos del consuelo divino.
¡LOS BRAZOS DE MI PADRE ETERNO! jamás te despiden, jamás se cansan y jamás se debilitan; siempre te sostienen, te abrazan con ternura y te enseñan con dulzura;
Enseñar? enseñar que?… Enseñar a perdonar.
La vida sigue, el recuerdo perdura y si tú no perdonas te carcome la amargura.
¡HOY ES EL DIA DEL PADRE! y amo a mi padre más que nunca, miles de millas nos separan pero, lo amo y soy feliz. Pero tú, si sufres como yo sufría, por abandono o por indiferencia déjame decirte de lo más profundo de mi alma, Jesús hará la diferencia.
Puedes hoy tus conceptos aclarar y saber que es sabio perdonar; Hoy es el día de actuar! la vida sigue, el recuerdo perdura y si tú no perdonas te carcome la amargura.
¡LOS BRAZOS DE MI PADRE, JAMAS SE PODRAN COMPARAR A LOS BRAZOS DE JESUS MI PADRE ETERNO!
Escrito por Clotilde Julca, Día del Padre, 1986