Una joven había tomado clases de ballet durante su infancia y había llegado el momento que se sentía lista pata entregarse a la disciplina que la ayudaría a convertir su afición en profesión, deseaba llegar a ser primera bailarina. Pero antes deseaba comprobar si poseía las dotes necesarias de manera que cuando llegó a su ciudad una gran compañía de ballet, fue a los camerinos luego del espectáculo y habló con el director: “Quisiera llegar ser una gran bailarina - le dijo - pero no sé si tengo el talento que hace falta”.
“Hazme una demostración” le dijo el maestro. Transcurrido apenas un minuto la interrumpió moviendo la cabeza en señal de desaprobación: “No, no, no tiene usted condiciones” le dijo. La joven, regresó a su casa con el corazón desgarrado, arrojó las zapatillas de baile en un closet y no volvió a calzárcelas más.
Se casó, tuvo hijos, y cuando se hicieron un poco mayores, años después asistió a una función de ballet, y a la salida de topó con el viejo director. Ella le recordó la charla que habían tenido años antes, le mostró fotografías de sus niños y le comentó de su esposo, luego agregó: “Hay algo que nunca he terminado de entender, ¿Cómo pudo usted saber tan rápido que yo no tenía condiciones de bailarina?”. “Ah, apenas la miré cuando usted bailó delante de mí - le contestó - le dije lo que siempre le digo a todas, cuando me hacen esa pregunta”.
“Pero es imperdonable - exclamó ella - arruinó mi vida, pude haber llegado a ser primera bailarina”.
“No lo creo - repuso el viejo maestro - si hubieras tenido las dotes necesarias no habrías prestado ninguna atención a lo que te dije”.
Sin duda, amigo, si te crees perdido estás perdido. Y si crees que no puedes, pues, no podrás. Si quieres ganar pero lo crees imposible no creo que triunfes jamás.
Amigo, en la vida, no sólo el valiente, o el veloz triunfan, tarde o temprano el que siempre vence es el que cree que es posible. Créelo hoy, porque ¡hoy es tu mejor día y mañana será mucho mejor!