Me temo que hay muchas personas que ven la entrega, la disciplina, dedicación y tenacidad como algo molestas y desagradables, como algo que les estorbaría y les impediría disfrutar de la vida. Sin embargo son muchos los que desean contar con los beneficios de estas cualidades. Pero la mayoría de ellos no están dispuestos a pagar el precio necesario.
¿Por qué estamos tan deseosos de que mejoren nuestras situaciones y circunstancias; pero nos mostramos tan renuentes a tratar de mejorar nuestro modo de vivir?. Algunos dicen: “Soy demasiado joven para consagrarme a algo de todo corazón”. Otros dirán: “Ya pasó mi mejor época. El tiempo ya no está de mi lado”.
Benjamín Franklin no parecía tener ese problema. Tenía ochenta y un años de edad cuando ayudó a crear la Constitución de los Estados Unidos; a los dieciséis era columnista de un periódico.
El gran Mozart tenía siete años de edad cuando publicó su primera composición. George Bernard Shaw era un hombre de noventa y cuatro años de edad cuando una de sus obras se puso en escena por primera vez. William Pitt tenía menos de treinta años de edad cuando llegó a ser Primer Ministro de Gran Bretaña; por su parte, Golda Meir tenía setenta y un años cuando la eligieron Primera Ministra de Israel.
La edad no tiene ninguna influencia en absoluto sobre la capacidad. Tu y yo podemos llevar una vida llena de una actitud que diga: ¡Puedo y quiero!
Hay un pequeño escrito anónimo que dice: “Toma en consideración el sello de correos. Su utilidad consiste en su capacidad para permanecer adherido a una cosa hasta que llegue a su destino”.
Tu edad no es excusa para triunfar. Tu puedes triunfar en cualquier edad y en cualquier época. Puedes comenzar hoy, porque ¡hoy es tu mejor día y mañana será mucho mejor!
