Había una señora que le tenía pánico a la altura. Esta señora no podía asomarse desde un balcón porque le daba mareos. No podía estar en un edificio alto porque eso le producía nerviosismo. No podía por ejemplo estar frente a las cataratas del Niágara, porque le daba vértigos esos lugares.
El único hijo que tenía, con frecuencia se divertía y se mofaba de su mamá, porque ella, vivía repitiendo una y otra vez, que ella jamás abordaría un avión. Solo lo haría muerta, en un ataúd. Así siempre decía.
El ejercito reclutó a ese hijo de la señora, y unas semanas más tarde de una base militar lejana, llegó una carta a esta señora de su hijo, donde éste le confesaba: “Mamá me está entrando mucho miedo todo este asunto del ejercito, creo que quiero volver a casa”
La señora después de leer la carta detenidamente, toma su maleta, empaca sus cosas y aborda el primer avión a esa lejana basa militar. Nueve horas de vuelo.
Cuando el hijo la ve bajar del avión le dice: “Mamá ¿tú aquí? ¿Cómo has venido si tu le tienes pánico al avión?”. Ella le dice: “Hay hijo mío, y ahora que lo he tomado le tengo más pánico todavía. Pero he viajado para demostrarte algo, que se puede vencer cualquier temor si la razón para vencerlo es una buena razón. Valiente hijo mío, no es aquel que no tiene miedo, si no aquel cuya voluntad es superior al miedo”. Al ver el valor de su mamá, el hijo continuó en el ejercito.
Querido amigo, sumamente interesante y valiosísima la respuesta de esta sabia mujer, tanto que tengo necesidad de repetirla: “Se puede vencer cualquier temor, si la la razón para vencerlo es una buena razón. Valiente, hijo mío, no es aquel que no tiene miedo, si no aquel cuya voluntad es superior al miedo”.
Creo que todos tenemos temor a algo, pero queda evidente que todos podemos superar cualquier temor. Comienza a superarlo desde hoy, porque ¡hoy es tu mejor día y mañana será mucho mejor!