Me siento incómodo cada vez que recuerdo algunos de los terribles errores que he cometido durante la vida. He cometido graves errores de juicio y me he comportado con insensibilidad hacia personas a quienes en realidad amo, sin que haya sido mi intención, he herido a mis colegas, empleados, familiares y amigos. Sin embargo en el transcurso de los años he tratado de evaluar esos errores para aprender de ellos. Espero haberlo logrado.
No soy el único, somos millones los que nos hallamos en la misma situación. ¿Quién de nosotros ha logrado vivir un solo día sin cometer algún error, o alguna equivocación?.
Amigo, todos cometemos errores, pero todos podemos aprender de ellos también. Te invito a hacer este pequeño ejercicio: Dedícate algunos minutos del día de hoy o de mañana a observarte a ti mismo y observar a las personas que te rodean con detenimiento. Vigílalas cuidadosamente y observa si cometen algún error. He aquí lo que es posible que veas: la cajera del supermercado marca mal el precio de una lechuga y tiene que corregir el error en la registradora. El mecánico se olvida de apretar la última tuerca a tu automóvil y sales del taller con un ruido molesto. Tu hija pequeña está aprendiendo a caminar, comete un error tras otro y se cae innumerables veces. Tu cónyuge te habla con dureza durante el desayuno y por la noche te dice que cuanto ha deseado ese momento para disculparse. Te pasas un semáforo en rojo sin darte cuenta y luego empiezas a pedirle a Dios, que la policía esté patrullando en otro sector de la ciudad.
Equivocaciones y mas equivocaciones. Errores de discernimiento, algunos sencillos, otros graves. Nadie es inmune a ellos.
He aprendido y sigo aprendiendo de ellos, ya no los llamo errores, los llamo aprendizaje. Ahora ya no los considero mis enemigos, sino aliados en la vida. Ya te habrás dado cuenta que la vida no viene con instrucciones, un gran error puede llegar a ser tu gran universidad.
Que Dios te bendiga mucho, y te llene de su sabiduría. ¡Hoy es tu mejor día y mañana será mucho mejor!