En una fábrica de armas, se llevó a cabo un experimento desacostumbrado. Se suspendió de un cordón de seda casi invisible un corcho de botella que pesaba menos de un cuatro gramos, junto a una barra pesada de acero, colgada verticalmente de una viga por medio de una delgada cadena metálica.
Se puso en movimiento el corcho, oscilando y golpeando con suavidad contra la barra de acero. Durante mucho tiempo no se veía nada, excepto su oscilación rítmica y silenciosa, mientras que la barra permanecía inmóvil.
Pasaron los minutos: Dos, cinco, diez, media hora. Luego, de pronto, bajo la fricción incesante y tan imperceptible que parecía ser sólo una ilusión, se observó que la barra de acero temblaba. Unos instantes después se estremeció como si tuviera un ataque de nervios, se calmó y volvió a estremecerse.
No hubo ninguna desviación en el movimiento del corcho. Constantemente, sin prisa, proseguía su ataque silencioso.
De pronto los movimientos de la pesada barra de acero comenzaron a hacerse menos temblorosos al iniciar un patrón ordenado de movimiento, tomando gradualmente el ritmo del corcho oscilante.
Al cabo de media hora más, el corcho una vez terminado su trabajo, se retiró, y la barra de acero se quedó moviendo a uno y otro lado, tan constante y rítmica como un péndulo de reloj.
Amigo, ¿Cuántas barras de acero impiden tus sanas ambiciones? Debes abrirte paso, mover tus obstáculos, remover tus barras de acero con la misma persistencia del corcho. Recuerda, que los grandes personajes son personas comunes con mucha determinación. La determinación del corcho, fue la debilidad de la barra de acero. Y nuestra determinación, es la debilidad de nuestros obstáculos.
Amigo, ¡No hay obstáculo que no pueda ser removido por nuestra constancia y determinación, aunque sea de débiles esfuerzos! ¡Hoy es tu mejor día y mañana será mucho mejor!